lunes, 19 de diciembre de 2016

Cansancio

Pregúntale a cualquier mamá si ama a sus hijos, te dirá que si; pregúntale si los cambiaría por otra cosa, te dirá que no; pregúntale si acaso no se cansa de estar siempre para ellos y te mentirá. Te mentirá quizá sin darse cuenta que lo hace, porque algo dentro de cualquier madre dicta que no debe sentirse cansada de sus hijos, que eso no es correcto y por eso contesta que no, que no le cansan; pero la realidad es muy diferente.

Los hijos en ocasiones agobian, incluso si es uno solo como en mi caso, y no lo hacen por ellos mismos, sino por la sociedad. Estamos tan acostumbradas a que se espere todo de nosotros, que sin darnos cuenta nos anulamos en muchos sentidos cuando nos volvemos madres.

En el caso de las madres homeschooler ese cansancio puede ser mucho más grande, pues a diferencia de otras nosotros estamos 24/7 con nuestros hijos. Todos los días a cada paso y momento. Y tan acostumbradas a sentir que debemos hacerlo todo por ellos, que sin darnos cuenta esa convivencia que debía ser enriquecedora se torna agobiante en ocasiones. 

Y no importa que tengamos un maravilloso esposo que nos apoya, que nos ayuda, que está allí para nosotros, de alguna manera sentimos que debemos cargar con toda la responsabilidad. Y lo hacemos porque nos han educado para ello. Es tan simple como la rutina que seguimos para salir, no falla, la madre prepara la ropa para los niños y para su esposo, no importa que el esposo diga que él mismo puede hacerlo, o que quiera encargarse de los hijos, de alguna manera nos la arreglamos para que él se sienta inútil y nosotras nos hagamos cargo de todo. El resultado es que terminamos arreglándonos al final, a las carreras y siempre sentimos que es injusto; pero no nos damos cuenta hasta qué punto nosotras cooperamos en esa "injusticia".

Al principio me pasaba mucho, mi esposo quería cambiarle los pañales a Sacha y no se lo permitía o lo quitaba, o le comenzaba a dar mil instrucciones, luego cuando ya no quería hacerlo más, me quejaba porque no me ayudaba con el niño. Hasta que él dijo basta y habló seriamente conmigo. Me dijo literalmente que lo dejará ser padre, que Sacha era hijo y responsabilidad de los dos, una responsabilidad compartida, que así como yo aprendía a atenderlo, darle de comer, cambiarlo y arrullarlo, así debía también hacerlo él, porque esto era trabajo en equipo, que no debía cargar con todo.

Y aunque entendí y comencé a no meterme tanto, de todas formas seguía sintiendo que todo era mi responsabilidad. Cuando iniciamos con el homeschooling planeé todas las actividades con mi hijo y olvidé a mi esposo. Cuando Miguel vio la planeación me dijo: -¿y a qué hora lo discutimos? No me incluiste-. Tenía razón, de nueva cuenta había hecho todo sola, y luego me sentía terriblemente agobiada y cansada con todo lo que tenía que hacer: mi trabajo, mis escritos, darle clases a Sacha, llevarlo a actividades compartidas, en fin todo yo; pero yo misma me lo había impuesto.

Es increíble cómo sin darnos cuenta vamos convirtiéndonos en esa todóloga con capacidades de pulpo y que funciona a pilas. Y luego nos sentimos cansadas, agobiadas, con demasiadas responsabilidades y quisiéramos tener tiempo para nosotras. 

Y lo más irónico es que si queremos tener tiempo para nosotras, sólo tenemos que dárnoslo. Sí, nosotras nos tenemos que dar permiso para ser nosotras mismas. ¿Contradictorio? Pues no, lo contradictorio es que no lo hagamos, que pasemos la vida tratando de encontrar un tiempo que nos podemos dar si tan sólo aprendemos a soltar un poco a nuestra familia.

¿Saben?, nuestros esposos también tienen dos manos, pueden aprender a cocinar, muchos de ellos gustan de participar en las labores del hogar. Y están también los hijos, que son parte de la familia y con quienes debemos compartir responsabilidades.

Cuando realmente aprendemos que la familia es un equipo y no una obligación, nos relajamos, nos vamos soltando, comenzamos a delegar responsabilidades. Quizá sigan existiendo días que nos agobien, pero serán los menos; tal vez todavía terminemos rendidas, pero nos sentiremos mejor con nosotras mismas porque parte de ese cansancio será del tiempo invertido en nuestras personas además de en las personas que amamos.

Creo que el secreto es dejar de sentir que somos las únicas que podemos hacerlo todo y comenzar a delegar, dejar que toda la familia participe en la construcción de la familia. Dejar de sentirnos el único pilar que sostiene el edificio, y darnos cuenta que sólo somos uno más de todos los pilares que existen en nuestro hogar, y que se vale darnos un tiempo fuera, un día de descanso. Que hay que compartir  la responsabilidad tanto como compartimos la felicidad.

No hay una forma fácil de desaprender lo que nos ha sido señalado como norma. Tampoco es fácil aceptarlo, porque nos hace sentir egoistas, pues se supone que debemos ser así, las que siempre estamos listas para todo, que podemos hacerlo todo, en todo momento y lugar. Pero no es cierto, nosotras somos humanas, nos equivocamos, nos enojamos, nos cansamos, nos desesperamos igual que el resto de los seres humanos. Y es perfectamente válido.

Quizá si nos vemos así, como personas con derecho a fallar, sea más fácil admitir que estamos cansadas, que queremos ayuda, y permitir que la ayuda llegue. Nuestra familia está ahí para eso y estoy segura que todos los esposos y los hijos están dispuestos a hacer su parte si tan solo se los permitimos.

Creo que es tiempo de dejar de idealizar a la figura materna y comenzar a humanizarla, en la medida que lo hagamos iremos soltando el mundo y el cansancio desaparecerá.