(Junio, 2014)
Mi bebé, te escribo esto hoy que
terminas un ciclo, un pequeño ciclo dentro de los muchos que vivirás en toda tu
vida: hoy sales de preescolar. No mi amor, no te gradúas de nada, sólo terminas
un ciclo escolar, y pasas al siguiente. Para ti este momento ha sido de juegos
y risas, transitas por él con la inconsciencia que te regala el tener sólo 5
años y todo el mundo por delante.
Sin embargo, para mi tiene una
trascendencia mayúscula, porque se acaba ese hermoso periodo de la vida en la
que realmente eras mi bebé, en el que yo era la mamá más hermosa del mundo y tu
papá el más grande y fuerte de todos. Si bien en los siguientes años todavía
seguirás sintiendo que tus padres son los más fantásticos, pronto comenzarás a
vernos como lo que realmente somos, un par de seres humanos que se equivocan
más de lo que aciertan. Pero eso no tiene la menor importancia, está bien que
llegue el día en que dejes de idealizarnos, en que nos ames así, como somos,
así como nosotros te amamos con tus defectos y tus virtudes y tus fracasos y
tus logros.
Ayer fuiste a tu primer
campamento y pasaste tu primera noche sin mamá, ni papá, ni ninguna abuelita o
tía o familia que estuviera a tu lado. Estuviste con tus amigos y maestras y
regresaste muy orgulloso porque no tuviste miedo. Lo curioso es que yo tampoco
lo tuve, te extrañé es cierto, pero dormí como bendita, disfrute de estar de
nuevo sola con tu padre, aunque fuera por una sola noche y no tuve la menor
necesidad de estar al pendiente de ti. ¿Sabes por qué? Porque confío en ti. Sí
Sacha, a tus pequeños 5 años, creo que eres un niño que sabe tomar decisiones
acordes a tu edad, que sabe divertirse, que sabe ser feliz. Me di cuenta que
justo a eso fuiste a tu campamento y que si yo me mantenía así, tranquila y
feliz, tú ibas a estar igual. Observé, más que nunca, que ustedes son el
reflejo de nosotros, y que si nosotros vivimos enojados, preocupados, tristes o
angustiados, así vivirán ustedes también. ¿Y sabes hijo? No quiero esa vida
para ti. Yo quiero que siempre seas libre de mí.
Ese es mi regalo por tu salida
del kínder:
Te regalo la libertad
de mis miedos.
La libertad de mis
prejuicios.
La libertad de mis
traumas.
La libertad de mi
pasado.
Te regalo la libertad
de mis expectativas.
La libertad de mis
sueños.
La libertad de mis
patrones de conducta.
¡Sé libre hijo mío!
Libre para ser tú
mismo.
Libre para
equivocarte.
Libre para reír.
Libre para amar.
Libre para soñar.
Libre para vivir.
Hoy te prometo que siempre serás
libre de mí, aunque siempre esté a tu lado por si me necesitas. Pero quiero que
sepas hijo, que no espero nada de ti, no espero que triunfes donde yo fracasé;
no espero que vivas lo que no viví; no espero que hagas lo que no hice.
Es tu vida mi amor. Tu pequeñita
vida que será para siempre libre. Pero no confundas, seguirá habiendo reglas en
la casa y reglas en la escuela. Te seguiré enseñando a distinguir lo bueno de
lo malo. Aún te estaré ayudando a formarte y a decidir. Pero no te arruinaré
tus momentos felices con mis inquietudes, ni tus sueños con mis miedos.
Sigue tu camino de formación con
la tranquilidad de saber que no tienes que llenar ningún molde, ni realizar
ninguna proeza, ni alcanzar nada que no salga directo de tu corazón. Tú crearás
tu destino. Así que a vivir mi pequeño niño grande, que tu mamá te promete
dejarte hacerlo justo a la medida de tus sueños.
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