(Tomado de la libreta... 21 de junio de 2010)
No hay un
esquema del buen padre, una receta, un molde que se pueda llenar y listo. Ser
padre tiene sus propias complejidades.
En
ocasiones, como madres los relegamos y olvidamos lo importante de su
participación en la vida de nuestros hijos; mi pequeño me lo recuerda
constantemente –Necesito a mi papá– es su frase favorita. Necesito es un algo
apremiante, indiscutible, concreto… no es un deseo, no es un quiero, es un
necesito contundente que mi pequeño esboza con una sonrisa cuando se enfrenta a
algún problema en el que yo no lo puedo ayudar. Y es curioso cómo delimita
claramente cuáles inconvenientes son de mamá y cuáles son de papá. Y su
papá está ahí, aunque lejos por su trabajo, pero allí, presente, siempre.
Cuando Sacha se enfrenta a un problema de papá y él no está, pone su dedito en
la barbilla y me dice –¿Qué hace papá?– Es su forma de preguntarse qué haría
Miguel en esa situación. Y es tan parecido a su padre que tiende a tomar
decisiones muy similares.
Y cuando
su papá llega del trabajo -a veces después de una semana, a veces después de 15
días-, su carita se ilumina con una gran sonrisa –Llegó mi papá, mi papá, mi
papá– dice a gritos entre risas y corre a abrazarlo. Y me hace sonreír también
al darme cuenta lo feliz que es en ese momento.
Sé que
Miguel a veces se pregunta si es un buen padre, si pasa el suficiente tiempo
con su hijo; siempre ocupado trabajando, siempre viajando, siempre fuera,
pobrecillo… cuando lo veo así, cavilando su rol de padre, le digo que no se
preocupe, que lo hace excelente, que es un gran padre. Sé que no me cree, pero
no importa porque es verdad. Me lo dice la felicidad de mi hijo cuando lo ve
llegar, me lo dice el orgullo de Sacha cuando logra algo que hará feliz a su
padre, me lo dice el “Necesito a mi papá” no como la súplica del que está
ausente, sino como la seguridad de que su padre es quien tiene todas las
respuestas.
Para Sacha, Migue es el roble que lo sostiene, es su escudo, es la
lanza que le abre el mundo para que pueda transitarlo. Migue no se da cuenta de
la inspiración que es para su hijo; sé también que a veces se frustra porque no
puede darle todo lo que quisiera; pero yo creo que le da cosas más importantes
que lo material, le da tiempo, lo escucha, ríe con él, juega con él, le da
libertad para expresarse, lo regaña, lo disciplina, lo ama, lo cuida, lo
abraza, lo besa, lo entiende, es su cómplice, su amigo, su guía, pero sobre todo
su padre.
Su
relación es pequeñita porque apenas tiene dos años; pero durante ese corto
tiempo Miguel ha sabido convertirse en un mundo para Sacha, en una inspiración
y en un anhelo.
Todavía
no sé lo que debe ser un buen padre; pero sin duda, sé que Sacha no puedo tener
otro mejor.
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