sábado, 16 de abril de 2016

Piecitos en silencio



Cierra el mundo con sus manos. La mañana corre en pos del sueño pero no llega a la luna siguiente para sostenerse. Y después… después todo cesa en un suave murmullo de colores. No hay después para nadie que ha estado allí, ni hay antes. Es simple, no vacío, no caigamos en los lugares comunes diciendo que era la nada o el limbo que la iglesia quiere desaprobar ahora que no les conviene. Era algo más inescrutable, algo más sutil, sutil pero denso con la pesadez de lo lúcido entre la vida. Aún así es siempre igual, cierra el mundo con sus manos y lo abre con su voz. Como dios en pequeño. Mira con luz pero sin sonrisa y sonríe sólo para las estrellas cuando es de día. En ocasiones se abre a la conciencia, pero inmediatamente se deslíe. Cualquiera lo preferiría presente, pero su ausencia le mantiene intocado e intocable. Yo lo quiero de cualquier manera, aunque cierre su voz por la mañana soñando monstruos incomprensibles, aunque abra la luz a la noche creando sombras chinas de su cuello al ombligo. Lo prefiero él por sí mismo antes que otro por todos los demás.


Cuando escribí este pensamiento mi bebé tenía 5 meses. Era un niño quieto, que dormía mucho, que siempre estaba callado. No sonreía. Eso último me preocupaba terriblemente. Muchos me decían que era un síntoma de autismo, que mi pequeño milagro era autista. Todos los días era lo mismo, quietud y silencio durante el día, luego al llegar la noche venían los llantos, el  no dormir, la desesperación constante. Una "buena amiga" de esas que abundan, me sugirió que fuera buscando un lugar donde dejarlo para que lo cuidaran "adecuadamente", que si me lo quedaba iba a ser un calvario, iba a sacrificar toda mi vida sólo para que él tuviera una sombra de la vida. Me estremecí.
Fue cuando escribí lo anterior, lloré mucho, pero me di cuenta que no lo iba a abandonar jamás. Que no importaba nada, que si era autista o con asperger o con todas las enfermedades del mundo, aún así Dios me lo había dado por una razón y lo iba a mantener conmigo. Le iba a dar mi vida entera para que él tuviera una vida hermosa.
Luego, un día, sin ninguna advertencia, Sacha sonr y todo fue maravilloso.
Resultó que mi hijo no tenía ningún síndrome, simplemente su desarrollo era lento, diferente al de los demás y concluí que eso era bueno. Después de los 6 meses la dinámica cambió y mi pequeño comenzó a reír, a moverse, a ser un bebé como todos los demás bebés. Por fin dormía por las noches y sin aviso previo empezó a gatear. De ser un pequeño que ni siquiera intentaba sentarse, pasó a ser un pequeño muy activo.
Ese miedo había pasado, ya vendrían otros, pero no importaba, ahí supe que pasara lo que pasara, siempre iba a estar ahí para mi bebé, que por fin estaba dispuesta a darlo todo. Entonces recién, comencé realmente a comprender lo que significa ser madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario