viernes, 1 de julio de 2016

Errores



He decidido saltarme el orden de mis reflexiones para compartirles algo que he aprendido hoy. En muchos lugares he leído sobre la importancia del elogio para el niño, que aprenda a través de resaltar todas sus cualidades, que se le destaque lo que hace bien y se minimice lo que hace mal. Todo esto con el noble fin de no traumarlo, de no marcarlo y hacerlo crecer como una persona resentida. Sin embargo, me pregunto si no las hace menos aptas para enfrentar la vida.
La vida se trata de errores. No hay manual para vivir bien. Se nos pueden dar pautas o consejos, pero no instrucciones. Y seguramente cometeremos muchos errores. Pero ¿qué pasa cuando esos errores los minimizamos? ¿Cuándo somos demasiado complacientes con nosotros mismos? ¿Cuándo no queremos ver que nos equivocamos y nos dedicamos a resaltar lo que hicimos bien?

¿Aprendemos de nuestros errores?

La vida me ha enseñado a través de errores. Y no ha sido fácil. Me he caído tantas veces de maneras tan terribles, que literalmente me he reconstruido en muchas ocasiones. Soy como un Frankenstein emocional. Pero el ser capaz de reconocer mis errores, asumirlos, aprender de ellos y superarlos, ha sido básico para que siga existiendo y siendo feliz.

La resiliencia ha sido la clave de todo.

¿Cómo le enseño resiliencia a mi hijo, si no le marco sus errores para que aprenda de ellos?

No se trata de evidenciarlo, no se trata de gritarle, ni de minimizarlo, ni de insultarlo. Porque muchos creen que decirle a un niño “eres un bruto” es hacerlo fuerte y no, eso es destruirle su autoestima. Por el contrario, decirle a un niño, “eres muy inteligente, pero aquí te has equivocado” es enfrentarlo a sus propios límites.

¿Cómo superas tus límites si ni siquiera los conoces? 

Además, marcarle los errores le ayuda a identificarlos.

Todo esto viene a cuento por su tarea de hoy, estamos revisando el concepto de fábula y en los ejercicios que realizamos tuvo varios errores ortográficos. Se los marqué con rojo y él se sintió triste. Porque nunca le había marcado sus errores con rojo, es más, no se los había marcado en absoluto, había seguido ese consejo de que es mejor el elogio y marcar los aciertos y que así aprendían increíble. Pero no resulta, llevamos mucho tiempo trabajando la ortografía y todas las veces me comete los mismos errores. 

Cuando escribes “gaula” en lugar de “jaula” todas las veces, pero nadie te ha dicho que eso es un error, pues no lo vas a corregir. Por eso dejé de lado esas teorías y apliqué la que a mí me ha enseñado muchas cosas en la vida: el marcador rojo.

Increíble resultado. 

De pronto mi hijo se ha puesto triste, pero luego le he explicado la importancia del error. He tenido con él esa reflexión de cómo es necesario equivocarse para aprender, y cómo equivocarse no es malo, ni terrible. Es natural y lógico, es maravilloso porque te permite encontrar otras formas de resolver los problemas. Al final, mi pequeño ha comenzado por fin a corregir su ortografía. Pero lo más importante, ha comenzado a comprender que el error puede ser una maravillosa oportunidad para mejorar.
Creo que después de todo, lo importante es hacerlo capaz de enfrentar sus errores, capaz de reconocerlos, capaz de superarlos. Es cierto que tiene ejemplos, pero en ocasiones se debe ir más allá del ejemplo y hacerlo reflexionar sobre su propia vida, sobre sí mismo, para que aprenda.
Una simple lección de español se transformó en toda una lección de vida. Y eso es lo que me sucede día a día desde que practicamos con mi hijo la educación en casa.

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