sábado, 16 de julio de 2016

Mamá ¿y tú te vas a morir?

Hablar de la muerte no siempre resulta fácil, hacerlo con un niño es aún más complicado, pero podría ser muy sencillo, si abordáramos el tema con simplicidad.
El siguiente escrito es un cuento que hice para la hija de un querido amigo... tengo entendido que lo han compartido mucho en fotocopias, cuando lo escribí, pensaba en la manera en que quería que mi hijo visualizara y comprendiera la muerte... espero les guste.

La estrella más brillante

(Escrito el 20 de enero de 2016)

El domingo fue como cualquier otro domingo en la vida de Lula, se levantaron temprano, fueron a misa, luego a desayunar con los abuelos de papá y después a comer con los abuelos de mamá. Pasaron la tarde paseando y terminaron cenando en su pizzería favorita. Así eran todos los domingos desde que Lula se acordaba y le gustaba que fueran así. Toda la semana pasaba deseando que fuera domingo.

Un día, las cosas cambiaron. El sábado papá no había llegado de su trabajo, mamá la llevó a donde el abuelo y la dejó allí toda la noche con los ojos llorosos. Nadie le decía nada, pero los abuelos estaban preocupados. El domingo no fue como todos los demás.

Esa mañana los abuelos la despertaron temprano y la vistieron como para ir a misa, pero en lugar de eso la llevaron a un lugar lleno de personas llorando y corriendo. Con pasillos largos y llenos de asientos. Lula nunca había estado en un lugar así. Sus abuelos le decían hospital.

Cuando llegaron vieron a su mamá sentada en una banca llorando y estremeciéndose. Lula estaba asustada y desconcertada. Nadie le decía nada, sólo la llevaban de allá para acá y nadie le explicaba.

Allí con su madre, estaban sus otros abuelos. Todos lloraban. Comenzaron a abrazarse y a decirse cosas como “es tan injusto”, “era tan joven”, “todo por culpa de un inconsciente”. Lula no sabía a qué se referían y nadie quería explicarle. Todos la abrazaban y le decían que ahora tenía que ser muy valiente.

¿Por qué tenía que ser valiente? ¿Qué sucedía? ¿Por qué nadie le explicaba las cosas? ¿Dónde estaba papá? Esa última pregunta flotó en su cabecita mucho rato y la hizo llorar sin saber porqué. Entonces lo vio. Era un niño más pequeño que ella, que se asomaba a la ventana de ese gran hospital. Desde allí se veía el cielo y las casas abajo, porque estaban en un piso alto.

El niño no parecía estar haciendo nada, así que Lula se acercó y lo saludo.

-¡Hola! Me llamo Lula

-Hola –contestó el niño sin mucho entusiasmo

-¿Qué haces aquí? –preguntó Lula

-Mi abuelito acaba de morir, vine a despedirme

-¿Morir?

-Sí, es cuando una persona se va y ya no regresa. Mi abuelito me dijo que él sí va a regresar, pero después de mucho tiempo. Y también me dijo que me volverá a escoger como parte de su familia.

-¿Se puede escoger a la familia?

-¡Claro tonta! Antes de nacer Dios nos pregunta con quienes queremos ir y nos deja escoger

-Yo no sabía eso

-A lo mejor ya no te acuerdas, porque eres muy grande, pero yo sí qué me acuerdo, porque todavía soy pequeño

-¿Cuántos años tienes?

-Cinco –le dijo levantando su mano completa y mostrándosela a Lula

-Sí que eres muy chiquito, yo tengo siete y voy en segundo de primaria

-¿Y a ti quién se te murió?

-Nadie

-¿Entonces qué haces aquí?

-No lo sé, mis abuelos me trajeron y todos están ahí llorando –dijo Lula señalando a su familia – pero nadie me explica nada.

-Pues si estás aquí es porque alguien se murió. Mi mamá me dijo que aquí sólo están los que mueren.

Lula volteó de nuevo a ver a su familia y entonces se dio cuenta de todo. Luego, con una cara entre sorprendida y triste y con la voz a punto de estallar en llanto le dijo al pequeñito

-¡Se murió mi papá! –Y luego se soltó a llorar desconsoladamente.

El pequeño niño la miró, luego la abrazó muy fuerte y después le dijo

-No llores, si estás triste tu papá no podrá ser una estrella y entonces no podrá volver como mi abuelito

Todavía llorando Lula le respondió

-¿Cómo es eso? Eres un mentiroso, las personas no pueden volverse estrellas

-Sí que pueden. Te voy a contar lo que me dijo mi abuelo, pero es un secreto, no tienes que decirlo a nadie más ¿Me lo prometes?

-Ajá –asintió Lula, enjugando su llanto.

-Mira, cuando alguien se muere, su alma, que es una luz muy muy brillante, se sale de su cuerpo. Luego el cuerpo lo entierran y allí se lo comen los gusanos, pero ya no duele porque ya no tiene alma. Pero como su alma se queda afuera del cuerpo, necesita un lugar donde vivir, entonces sube muy muy alto, allá donde van los astronautas y llega al cielo. Cuando llega al cielo, Dios les pregunta qué quieren hacer y casi todos dicen que quieren volver a ver a los que aman. Así como mi abuelito me quiere mucho, entonces me dijo que le va a pedir  a Dios que pueda verme.

Entonces, para eso, Dios los convierte en estrellas. Entre más bueno es, más brillante es la estrella. Pero si lloras, no puedes verla y entonces no podrás saber si ya se convirtió o no en estrella. Por eso vine a esta ventana, estoy esperando que aparezcan las estrellas, entonces buscaré la más brillante y ese será mi abuelito.

En eso, una voz llamó al pequeño

-¡Lucas! Ya nos vamos

Lucas miró a Lula y le dijo: - vamos, no llores, busca la más brillante. Adiós.

Y se fue corriendo tras su madre.

Lula se quedó recargada en la ventana sollozando todavía y pensando en Lucas. Entonces sintió una mano tibia que le tocaba el hombro. Era su madre, quien le dijo:

-Lula, tengo que hablar contigo cariño, es muy importante – la voz de su madre sonaba muy triste y sola. Así que Lula entendió que era muy difícil para ella decirle las cosas. Es curioso cómo los niños entienden esto sin que nadie se los explique, pero así son, conocen más a sus padres de lo que ellos mismos creen. Así que Lula le dijo a su mamá:

-No te preocupes mamá, ya sé que mi papá se convirtió en una estrella. Ahorita que sea de noche, buscaré en el cielo la más brillante y seguro que será él. Y nos estará viendo y nosotras no debemos llorar, porque entonces no vamos a poder verlo.

Lo dijo todo con una sonrisa en la cara y con llanto en los ojos y su madre la abrazó muy fuerte, muy fuerte, sin decir nada.

Después de eso, los domingos no volvieron a ser iguales. Todavía iban a misa, todavía visitaban a los abuelos y comían en su pizzería favorita, pero todo había cambiado.

Las semanas pasaban una tras otra y cada vez Lula sentía que su papá se iba más y más lejos. Ya casi no podía recordarlo y tenía que ver las fotos para acordarse de él. Eso le daba mucha tristeza, porque Lula quería mucho a su padre y quería recordarlo siempre.

Entonces, una noche de domingo, después de la pizzería de siempre, Lula le pidió algo inusual a su madre.

-Mamá, hoy quiero que subamos a la azotea con las sillas del jardín y unas mantas.

-Nos vamos a enfriar Lula, no seas loca ¿para qué quieres hacer eso?

-Es que quiero ver a papá

La mamá de Lula se quedó sorprendida y entonces Lula le contó el encuentro que tuvo con Lucas ese día horrible en el hospital.

-Ese día nos fuimos de ahí y todo pasó rapidísimo mamá y en la noche ya no pude ver el cielo. Y luego lloramos mucho y pasaron muchos días y seguimos llorando y no hemos podido ver a papá. Casi no me acuerdo de él y quiero recordarlo.

Su madre asintió en silencio y prepararon todo. Ya en la azotea esperaron que salieran las estrellas. De pronto Lula señaló una muy brillante, la más brillante de todas y gritó sonriendo:

-¡Mira mamá, esa es, esa estrella es mi papá!

Esa noche, por primera vez después de muchos domingos, todo volvió a ser como antes.

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